“Papá, y Mamá, no quiero comer más animales”

Por Nicola Rodriguez Mastrangelo

Pediatras y nutricionistas apuntan que es imprescindible diseñar un plan alimentario y controlarlos más que a los nenes que consumen de todo.
Todo comienza más o menos así: “Che, ma, no quiero comer más carne”. Algunos lo decidieron a los 5 años, otros a los 8. Otros, pasados los 10 años o en plena adolescencia. ¿Es un efecto de los tiempos eco-friendly, o sea, por la mayor concientización del cuidado ambiental? ¿Y qué hacen los médicos frente a esto?
Le pasó a Julio con su hija Martina, de 11 años, que un día vino con eso de que, en adelante, sólo comería pescado de las proteínas animales. Le pasó a Ana, mamá de Miguel, quien a los 7 años, tras presenciar con el estómago revuelto un colectivo de medias reses colgando de un camión frigorífico (“¿Son humanos, ma?”), le informó que no comería más animales. Le pasó a Daniela. “¡Encima soy pediatra!”, contó. Su hijo Camilo, luego de ver un pez muerto en la playa, se sumó al conjunto de chicos vegetarianos. Tenía 5 años.
A estas familias se les impuso un recorrido similar: consultar al pediatra, que derivó a un nutricionista, quien su vez indicó qué comer y cómo. Por fin, la revolución doméstico-culinaria para convertir milanesas, albóndigas y churrascos en formatos alternativos a base de porotos, lentejas, mijo, quinoa, trigo y así.
La sensación de que más chicos eligen ser vegetarianos y que sus padres les habilitan la decisión no tiene sustento estadístico. Pero está en el aire y los médicos comparten el diagnóstico.
Por ejemplo, Esteban Carmuega, director del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI): “No tenemos cifras en Argentina. Algunas de Estados Unidos y la Unión Europea indican que del 1% al 2% de la población sería vegetariana. Es una tendencia en crecimiento”.

Otra experta, Patricia Jáuregui, pediatra especialista en nutrición, prosecretaria del Comité de Deporte de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y miembro del grupo pediátrico de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), señaló que la proporción internacional es 5% de población vegetariana y 1% de vegana: “Bueno… es lo que declaran. Hay que ver si cumplen la dieta”.
Adriana Roussos, miembro de la SAP y especialista en nutrición del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, se sumó y dio su visión (por fuera de las instituciones donde trabaja, remarcó): “Desconozco las cifras, pero sí afirmo que en un cierto sector hay cada vez más consultas y a menor edad”.
Crece la tendencia, OK. Pero, ¿es lo mismo ser vegetariano que no serlo? “No, no es igual. El seguimiento clínico del paciente pediátrico tiene que ser mucho más cercano que en los otros casos”, afirmó, con dureza, Carmuega.
Roussos opinó igual: “Yo acompaño a estos pacientes siempre y cuando entiendan que tienen que someterse a controles clínicos y de laboratorio, y que puede ser necesario suplementar algunos nutrientes, sobre todo en la etapa de crecimiento. En casos muy extremos, cuando no aceptan la suplementación, lamentablemente no los puedo acompañar”.
Y si el paciente fuera obediente y siguiera la dieta según la indicación médica, ¿entonces sería lo mismo? “Entonces sí. Bien manejada la alimentación y suplementación, a nivel salud podría ser lo mismo ser vegetariano que no serlo”, admitió Carmuega.

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