Las manos en la tierra

El recientemente nombrado Prefacio de la Congregación para las Causas de los Santos, cardenal Ángelo Becciu, nos proporcionó una clara y valiente definición del momento histórico que vivió nuestra Iglesia el 27 de abril.
Dijo entonces, ante la multitud rebosante de agradecimiento y esperanza, que los mártires “fueron asesinados debido a su diligente actividad de promoción de la justicia durante el periodo de la dictadura militar marcada por un clima político y social incandescente que también tenía rasgos de persecución religiosa”… “el régimen dictatorial consideraba sospechoso cualquier forma de defensa de la justicia social”… “oficialmente, el poder político se manifestaba respetuoso, incluso defensor, de la religión e intentaba instrumentalizarla pretendiendo una actitud servil por parte del clero y pasiva por parte de los ciclos”. Días antes, con motivo de su partida para la visita “ad limina”, nuestro obispo formuló muy oportunas declaraciones. Decía, al respecto, que “en la Iglesia ha habido siempre sectores mas oscurantista y los va a haber. En un punto es análogo a la actitud de la iglesia comprometida con la dictadura. Todavía queda el mote de su compromiso con la dictadura y no es justo porque hubo sectores que se jugaron por otra línea. De hecho, el papa va a beatificar a monseñor Angelelli y a los otros tres mártires riojanos que fueron asesinados por los militares. Entonces “Iglesia basura/vos sos la dictadura” en un punto fue verdad pero en otro no lo fue”.
Hasta dar la vida
Pensábamos en que iremos conociendo mejor la vida de estos testigos de la fe y podremos así descubriendo la cromaticidad de aquellos tiempos. Una Iglesia, recién salida del Concilio y latino americanizada por la asamblea de Medellín, que tenía las cualidades que Juan Pablo II decía no podía faltar en la predicación. Ella debería ser creíble, incisiva y fascinante, características que podían percibirse en la pastoral del obispo riojano. Desde distintos lugares, muchos sacerdotes, religiosas y laicos se congregó en La Rioja (pensamos en este mismo Bergoglio que acompaño allí a otro de los grandes hombres de entonces, el Padre Arrupe) atraídos, como decía el cardenal Becciu, “por la atención a la promoción de los estratos más débiles, a la defensa de su dignidad y a la formación de las conciencias en el marco de la enseñanza social de la Iglesia para intentar: ofrecer soluciones a los múltiples problemas sociales”.
Así uno de los mártires, el Padre Gabriel Longuilla había llegado de Francia procedente de unos de los emprendimientos de la época que ayudaban a paliar la escasez de sacerdotes. Se llamaban los sacerdotes “Fidei donum” y ahora mismo una delegación de su diócesis de origen, Viviers, ha venido a vivir el godo de la beatificación. El Padre Murias, por su parte, había ido ya desde joven a participar de misiones populares y después ya franciscano fue párroco de Chamical.
La fuente de todo ello era el evangelio vivido no solo intelectualmente sino iluminando las realidades que de tantas maneras ignoraban la dignidad de las personas.

El alma del pueblo.
Un obispo, dos sacerdotes y un laico unidos en el mismo martirio muestran de manera elocuente de una Iglesia sinodal, lejos de esa perversión del clericalismo de la que habla el Papa Francisco. Será también el momento de conocer esas vidas así como emocionante ha sido escuchar el testimonio de la esposa de Wenceslao a ala que junto con sus hijas le pidió que no tuvieran odio. Nos resulta también grato referirnos, hablando de los laicos, a la J.O.C. ya que ella fue una de las opciones de nuestros dos primeros obispos. Obviamente de monseñor Raúl que uno de los inspiradores de su instalación en el país. Siendo de un eximio profesor de teología en el Seminario de la Plata. La J.O.C. era como el germen del cuestionamiento, tan actual ahora, de la acusación de una Iglesia politizada que ignora la opción evangélica y que también deja de lado el trabajo de formación teológica, a través de cursos y hasta de canciones, que eran como el alma del apostolado en el mundo del trabajo. También monseñor Pironio fue asesor de grupos gasistas y escribió bellísimos artículos en una publicación, “Notas de pastoral jocista” que fue clausurada en 1959. Como “para seguir andando” volvemos al beso a la tierra, ese signo nupcial que, como el del anillo en lamano del obispo de aquella tarde de su llegada a la Rioja, nos mueve a amar la tierra. El posta Angelelli hizo suya la “honduras de quebradas y silencios/ arenales sedientos y bravíos/cardonales vigías en horizontes/lloros de cerros escondidos: es el alma de mi pueblo”. La intercesión de los mártires riojanos atentos a la Palabra de Dios y a los signos de la historia, nos ayudara a hacer esa iglesia creíble, incisiva y fascinante como la de aquella tierra querendona.