La audacia de San Miguel

Si sorprendente fue el anuncio del Concilio que tuvo lugar el 25 de enero de 1959, a menos de tres meses del comienzo del pontificado de Juan XXIII, sorprendente también fue la realización de la II Asamblea del episcopado latinoamericano en Medellín (1968) que fue la bajada, por decirlo así, del enorme legado del Concilio (1962-65). Pero no es exagerado decir que sorpresa y media fue la publicación del Documento de San Miguel (1969) al que podemos llamar el Medellín argentino.
Se llevo a cabo tan solo a medio año de la asamblea de Medellín. Los obispos argentinos reunidos en abril de 1969 aprobaron y publicaron un documento que llamó la atención como para que pudiéramos hablar de audacia. Vale la pena recordar que el anuncio del Concilio se dio en tiempos de democracia pero su primera sesión la encontró en aquel momento inédito de una frágil democracia que había sido interrumpida en 1962 y que recién en 1963 la presidencia del doctor Ilia restauraría. No obstante ser Iglesia y Estado ámbitos independientes decía Pablo VI que, de muchas maneras, inciden mutuamente. Ejemplo de ello lo que ocurrió en octubre de 1963: el cardenal Caggiano que había viajado a Roma para la segunda sesión del Concilio, volvió a Buenos Aires para no estar ausente de la asunción del presidente electo el 12 de octubre.
Un largo camino
Medellín fue en tiempos de gobierno de facto y mucho de lo que los obispos decían en el primer documento (mayo de 1966) posterior al Concilio quedo oscurecido. Eran dos visiones que se podrían resumir en lo que un obispo decía, peyorativamente, de lo que se llamo “revolución argentina”: “hay muchos santos y pocos pecadores”.
La audacia de San Miguel era evidente porque muchas de las intuiciones que un poco desordenadamente confluyeron en el documento, iban a recorrer un doloroso camino de incomprensiones y de persecución. Recién ahora paradójicamente, con la elección de un papa argentino han llegado a ser incorporadas al pensamiento y a la praxis pastoral.
Recordar que a un mes de su publicación se producía el llamado “Cordobazo” y la represión iba adquiriendo presencia como se vería en 1970 y, con intervalos, se convertiría en característica fundamental hasta 1983.
El documento de mayo de 1966 dio lugar a la constitución de la Comisión Episcopal de Pastoral, la Coepal, para llevar adelante el tema de la renovación conciliar.
Lo que ahora llamamos sinodalidad estaba ya en el espíritu de esta comisión pues la formaban también sacerdotes, religiosas y laicos de las diferentes zonas pastorales del país
También Angelelli
Es justo que tengamos en cuenta a los obispos que estaban al frente de la COEPAL empezando por monseñor Vicente Zazpe, primer obispo de Rafaela que en los tiempos de Medellín fue nombrado coadjutor del cardenal Fasolino, arzobispo de Santa fe y en 1969 asumió el arzobispado hasta su lamentada muerte en 1984. Casi podríamos decir que fue el obispo argentino que más vivió el Concilio como consta en varias de las historias más importantes del mismo. Entre otros datos se puede destacar su intervención a favor de monseñor Angelelli en 1974 de quien tuvo a su cargo la homilía se su funeral así como la del de monseñor Ponce de León (1977), victima también del episodio de Riobamba (1977). Su presencia en los medios con un lenguaje nuevo fue uno de los signos de una presencia desacartonada que no se ha repetido.
También estaba monseñor Manuel Marengo, obispo de Azul, reconocido por su sencillez y capacidad para acoger a sacerdotes cuestionados como es el caso del Padre Catena y cuyo trabajo como rector del seminario de Santa Fe, ha sido muy reconocido. Monseñor Juan Jose Iriarte, obispo de Reconquista y a quien se debe una de las intervenciones mas impactantes sobre el tema de la pobreza en el Concilio también dejo su huella en aquella COEPAL que entre otras razones por la incidencia de la que hablábamos no pudo cosechar con gozo lo que había sembrado con dolor.
Que en la Coepal haya estado monseñor Angelelli habla por sí sola de esa historia. No podíamos dejar de referirnos a San Miguel en este cincuentenario aunque más no sea con estos desordenados apuntes.