Entrañable Negro Carella

Habíamos colocado unos cuadernos para que los participantes de los Encuentros de la Iglesia con el Mundo del Teatro pudieran expresar lo que el mismo les parecía.
Entre tantos textos elocuentes nos encontramos con uno que decía: “gracias por un acto tan diáfano y tan bello donde la palabra ha alcanzado su verdadera dimensión”.
Nos quedamos maravillados al leerlo y más todavía porque lo firmaba Carlos Carella: era lo que soñábamos cuando nos embarcamos en ese emprendimiento.
Era el verano de 1996 y hasta ese momento el texto que elegíamos para la invitación provenía de los Evangelios o de algún papa como Juan Pablo II que había sido parte de ese mundo apasionante del teatro. Las palabras de Carella eran como la consagración de nuestra intuición y como ahora, palabras del Negro que aparecen en “La Capital” de 1978 nos hacen entrar en los profundo: “en este tiempo que me queda tengo que desarrollar una tarea que no se circunscriba al aquí y al ahora sino que trate de abarcar al hombre en su universalidad y eternidad.
El 9 de mayo de 1997 Carella emprendía la ira para siempre. Leonor Manso decía entonces: “un referente fue y quiero subrayar que seguirá siéndolo para los actores argentinos por su compromiso con el teatro que lo llevo a estar siempre cerca de todo lo importante”
Todos los veranos de mi vida
Ese mismo día yo había sido invitado a la inauguración de un instituto de fotografía en calle Belgrano escuche por radio la noticia y la comunique a los invitados que la recibieron conmovidos. No era para menos porque, entre otras razones, el decía: “tenga o no tenga trabajo, vendré a Mar del Plata todos los veranos de mi vida”.
Pero el 4 de febrero de 1998, al realizarse el IV Encuentro, el obispo monseñor Arancedo basó su mensaje en lo que Carella había escrito.
Ahora, llega a mis manos un hermoso libro (Perla Maguid, “La palabra de Carlos Carella”, Eudeba, Buenos Aires, 2018,355). En él, Perlita como él llamaba a su esposa (“una docente llamada adecuadamente Perla, escenógrafa feliz de un ventanal con flores y verdor generosos”…) recopila todo el material que ha ido conservando para que “su coherencia y su pensamiento no puedan quedar en el olvido”.
Una tarea que debemos agradecerle porque nos introduce amorosamente en esa vida, la de quien poeta también, escribiera: “uno no deja de sorprenderse nunca/porque siempre la rosa es nueva/cuando le ponen una rosa en la mano/y le dicen: “te quiero”.
Imposible no sorprenderse, ni emocionarse leyendo cada una de estas páginas. En ellas aun ante la reiteración de los temas que los entrevistadores le proponen, Carella tiene siempre nuevos enfoques y renovadas facetas para responder.
Enamorado de su pueblo
Nos encontramos así con los grandes temas que tienen que ver no solo con su vida personal sino también con los difíciles tiempos por los cuales ella transcurrió.
Un material indispensable para entender la polémica sobre la cultura popular pero también su mensaje a las nuevas generaciones a las que convoca a la búsqueda de una síntesis.
Memorables las paginas referidas a las ganancias (“gané la posibilidad de la síntesis, cada vez más a valorar tremendamente al hombre mío, de mi país, de la tierra; de el yo me nutrí y tuve los mejores momentos de mi vida”).
“Su mirada oscura y profunda” no nos da tregua sin caer nunca ni en una trivialidad ni en el lugar común. “Lo que se busca es vender y yo no soy un figura vendedora”…”yo soy un laburante, nada más, casi nada, un trabajador de la cultura”.
A lo más profundo nos llegan las alusiones a la marginación que padeció. No puedo pasar por alto, al menos, dos momentos: uno sobre el premio Moliere que no le quiso entregar ningún militar pero que a él lo remitió a José Hernández (“gracias le doy a la Virgen/ gracias le doy al Señor/porque entre tanto rigor/y habiendo sufrido tanto/no perdí mi amor al canto/ ni mi voz como cantor”. El otro cuando, un 25 de mayo de 1980, interpretando también a Martin Fierro en un espacio cultural de La Matanza fue interrumpido por el ejército pero a su vez interrumpido por los presentes que cantaron el Himno Nacional.
Apenas algunas migajas de esta recopilación que le agradezco tanto a Perla de quien guardo un cálido recuerdo. Soy uno de los que ha leído con fricción este trabajo y además, le pido a ella que me de permiso para decirle al Negro: “gracias maestro Carella, nuestro guía”.