“Dar lo mejor de uno mismo”

Presbitero - Hugo Walter Segovia

Presbitero Hugo Walter Segovia

“Fiesta de los ojos que son la alegría del cuerpo que lo juega”.

Así reivindicaba Eduardo Galeano a ese futbol que muchos critican “como una mera forma de lo cura tribal de simple y primitiva exaltación dionisiaca” en palabras de monseñor Melchor Sánchez de Toca, secretario del Pontificio Consejo de la Cultura.

En los días previos al Mundial de Futbol el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida presento al que bien puede llamarse el primer documento de la Iglesia sobre el deporte, la persona humana y su perspectiva cristiana. Si bien no es la primera vez que ella se ha ocupado del tema, y existen mensajes y discursos de los papas dirigidos al mundo del deporte, no había un documento que recogiera el pensamiento y los deseos sobre el deporte.

El cardenal Kevin Farrell, prefecto del dicasterio que es, por otra parte, un fruto de la reforma de la Curia romana que el papa Francisco ha emprendido, decía que el documento no responde a todas las preguntas y desafíos que el mundo del deporte nos plantea pero que “quiere contar la relación entre el deporte y la experiencia de la fe y, al mismo tiempo, ofrecer una visión cristiana de la práctica deportiva”

Un Camino de Humanización
El documento consta de cinco capítulos y comienza diciendo que “cuando una persona da lo mejor de sí misma experimenta la alegría del deber cumplido. Todos quisiéramos un día poder decir como San Pablo: “he peleado hasta el fin el buen combate, he concluido mi carrera, conserve la fe”.

El primer capítulo explica las razones del interés de la Iglesia por el deporte y la necesidad de una pastoral deportiva. Esta relación se basa en tres pilares: el esfuerzo físico necesario para que el atleta pueda expresarse, las cualidades morales que deben sostener su esfuerzo, el deseo de paz, fraternidad y solidaridad que el deporte debe contribuir a difundir.

En el segundo se habla de las líneas principales del hecho deportivo en el contexto de la sociedad actual, el deporte como espacio de constante antropológica y como fenómeno universal compatible con la casi totalidad de las culturas. Pasa a profundizar el tema del significado del deporte para la persona partiendo del concepto católico del deporte que incluye cuerpo, alma y espíritu ampliando las perspectivas del análisis de algunas casualidades relativas al deporte-sentimiento que constituyen el ADN de los deportes y que suelen olvidarse: el espíritu de sacrificio, el sentido de la responsabilidad, el respeto de las reglas, la capacidad del trabajo en equipo, la alegría, el valor, la solidaridad y la armonía.

Los retos abiertos, el deseo de contribuir, por medio del deporte, a la promoción de los valores humanos que puedan brindar a cada deportista un patrimonio para superar los innumerables obstáculos que los enfrentan a menudo: el dopaje, la corrupción, la hinchada violenta.

Por último se destaca el papel de la Iglesia que prioriza un camino de humanización a través del deporte. Los lugares en los cuales se concretiza una pastoral del deporte: la casa, la familia, la escuela, el gimnasio, la capilla que quiere desarrollar en cada sujeto, practicante o espectador, un cumulo de cualidades y virtudes que caracterizan a un cristiano y a la vez a un ciudadano y a un deportista.

Algo esencialmente humano
No se trata de lo que se podría llamar el manual de un buen deportista si enfocamos el tema solo desde un punto de vista moralista. Dejando para otro momento hablar de los sabrosos comentarios que, en muchas oportunidades, ha volcado el papa Francisco, a quien podemos llamar “el gran hincha de San Lorenzo” no puedo dejar de volver al sugerente artículo de monseñor Sánchez de Toca.

Recuerda, por ejemplo, que Ortega y Gaset consideraba que el deporte de masas, así como el cine era una forma devaluada de dramatismo. Pero también nos hace saber que el futuro Benedicto XVI, en 1978, decía que el fútbol si es capaz de despertar tanta atención tiene que ser algo esencialmente humano. Por ello, el fútbol debe interesar también al teólogo y al pastor. “El deporte, dice, se convierte en una fuente de alegría para quien lo juega, semejante al que experimenta al niño cuando aprende a mantenerse de la bicicleta sin caerse o a dominar la tabla de Surf”… “y si miles de imágenes medievales muestran al Niño Jesús con una bola en la mano, un Dios que se divierte jugando a la pelota ¿Cómo no iba ser tan popular el fútbol?”.