Constanza Sagula está por recibirse de Licenciada en Comunicación Social, vive en La Plata y realizó un documental sobre Natalia Melmann. “El Argentino” se comunicó con ella y nos contó sobre este gran trabajo y como ve ella, siendo platense, a la sociedad local en el trato de este grave hecho. El documental aún no está online, la primera proyección va a ser seguramente en La Plata y de ser posible en verano se dará en Miramar.
-¿Contanos como comenzó esta idea?
Este documental nace por dos situaciones concretas: por un lado, la necesidad de buscar un tema para trabajar en mi trabajo integrador final (TIF) y por otro el intento de reapertura del caso Melmann por parte de los femicidas en el 2017 para reducir sus condenas. Si bien ya conocía el caso nunca lo había analizado con detenimiento y sentí que este era el momento de poder hacer algo con eso. Entonces esas situaciones se juntaron casi por casualidad y dieron por resultado la necesidad de abordar el tema enmarcado en el final de mi recorrido académico, que al mismo tiempo sería el inicio de mi vida militante.
-¿Cómo fue el camino para hacerlo?
Fue un camino largo en el que primero empecé la investigación del tema, del contexto en el que ocurrió el femicidio y de los actores involucrados. A partir de la recopilación de información es que decidí acercarme a la familia Melmann, primero para saber si ellos estaban de acuerdo con mi propuesta y también para empezar a reconocer en primera persona todo eso que había leído. Eso fue muy útil para depurar un montón de información y cuestiones que no estaban claras pero en el encuentro con los padres pude ordenar y priorizar distintos datos que hasta entonces no había tenido en cuenta. Después visité en dos oportunidades Miramar e hice distintas entrevistas, conocí mucha gente que tuvo la entera predisposición para acompañarme a los lugares, mostrarme distintos archivos e incluso fueron de mucha ayuda para reconstruir situaciones puntuales en lugares concretos. Ya de nuevo en La Plata de vuelta sistematicé toda la información que había obtenido por mi cuenta, así pude tener un esquema más detallado. Después continué con toda la parte técnica, que al hacerlo sola los tiempos se extendieron más de lo previsto.
-¿Cómo fue el trato con la familia?
El trato con la familia fue excelente desde el primer momento. El primer contacto que pude establecer fue con Gustavo Melmann de manera virtual, después de eso nos juntamos a tomar un café para que pudiéramos conocernos y explicarle de manera más detallada cual sería mi trabajo. Con Laura tuve varios llamados telefónicos al principio, algunos muy largos y otros más bien breves hasta que en septiembre del año pasado pude conocerla en persona. Tanto ella como Gustavo son personas muy amables y en todo momento se preocuparon por mí, de hecho, hoy en día lo siguen haciendo. También estuve en contacto con los hermanos de Naty, ambos siempre tuvieron muy buena predisposición y colaboraron con todo lo que fui pidiendo en el proceso.
-¿Qué dificultades se te presentaron en el camino?
Creo que el desconocimiento siempre es una dificultad. Si yo hubiera tenido un interés mucho mayor desde antes este documental tal vez tendría más peso o abordaría las cuestiones desde un lugar mucho más formativo. Sin embargo, considero que por ser mi primer documental maneja los niveles de sensibilidad desde el absoluto respeto y todos los actores involucrados sabrán entender que la ausencia de alguna cuestión puntual – si es que la hay – no es malintencionada. Por otra parte, encarar semejante proyecto de manera individual es prácticamente una locura. Este documental tiene una duración de 42 minutos, pero es el resultado de condensar tanto material de archivo como propio, lo cual en total supera las 10 horas de grabaciones. Son muchas horas de trabajo en las que muchas veces al estar tan inmersa en las entrevistas ya terminaba memorizando de principio a fin las distintas respuestas. Entonces ahí era cuando tenía que tomarme uno o dos días para alejarme un poco del material y poder retomarlo con más claridad.
-¿Qué opinión tenes sobre el caso y la justicia?
Sobre el caso considero que siempre se lo pormenorizó y nunca fue abordado como debería haber sido. Al menos cinco hombres forzaron la voluntad de una joven, la torturaron, violaron, asesinaron y dejaron su cuerpo sin vida tirado en el Vivero Dunícola. Pasaron 17 años y al menos uno de ellos nunca estuvo tras las rejas, y el A.D.N. de otro sigue sin cotejarse, ¿cuántos casos hay tan descabellados como este? El caso Melmann despertó la conciencia de muchos, entre los cuales me incluyo. Pero como caso todo el sistema judicial debería pedirle perdón a la familia y buscar la manera de reparar todo el daño que hicieron durante tantos años. Por otra parte, creo que hay cuestiones que son obvias. Cualquier persona que se entera de las atrocidades que tuvo que soportar Natalia es capaz de entender que algo anda mal, sea la policía o cualquier otro hijo de vecino el o los responsables de esto. Pero indudablemente que los feminicidas hayan sido efectivos de la bonaerense otorga una responsabilidad estatal a la causa. Me da vergüenza, asco y miedo vivir en una provincia, en un país en donde la Justicia apañe a los asesinos, más sabiendo que son parte fundamental de una estructura de poder estatal.
-¿Qué opinión tenes sobre el trato que se le da al caso en la sociedad miramarense?
Yo soy platense pero toda la vida fui a Miramar e indudablemente estos últimos años puedo ver un mayor compromiso social y más visibilización del caso. Natalia marcó un antes y un después en la ciudad, sin embargo hoy en día y en parte gracias a la militancia feminista hay un montón de sectores que están tomando la causa como propia. No obstante, siento que la lucha debe continuar y aunque la parte judicial quede resuelta no podemos permitir jamás que se olvide lo que le pasó a Naty, mucho menos los mismos habitantes de Miramar. Celebro y me emocionan las iniciativas de los sectores militantes de la ciudad, aunque también sería ideal que lleguen a los espacios más institucionalizados, como por ejemplo las escuelas y los institutos de formación profesional; con esto apunto a la necesidad de la construcción de una conciencia y pensamiento crítico que pueda ser garantizado en los espacios formativos por excelencia. Un pueblo que no tiene memoria está condenado a repetir su historia, si tenemos un mínimo respeto por la dignidad humana no podemos permitir que algo así vuelva a suceder.
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