Cincuenta años de Oro

presbitero hugo walter segovia

s de los últimos tiempos, nos trajo como conclusión un acontecimiento capaz de reavivar la esperanza en la comunidad de la parroquia María Auxiliadora de Punta Alta. Era, sin duda, la que animaba obviamente, a toda la arquidiócesis de Bahía Blanca.

Se trataba de la ordenación sacerdotal de Néstor Hugo Navarro que había sido miembro activo de la parroquia.
Para mí, que me encargue de los preparativos de la ordenación contando sobre todo con la ayuda de los jóvenes del grupo parroquial, se trataba de un momento de particular significado. Recordaba que, a pedido del arzobispo, en los últimos meses previos a mi ordenación fui, en marzo, a recibirlo a Constitución para llevarlo al Seminario. Era como dejar cubierto el lugar que yo estaba a punto de dejar.

Néstor había nacido en Cabildo pero desde niño sus padres se trasladaron a Punta Alta. Estudio en la escuela Técnica y durante doce años trabajo como personal civil en Puerto Belgrano. Llegó a ser jugador de la 1º división del Club Sporting y todavía se sigue encontrando con algunos de sus compañeros de entonces. Fue presidente del Centro de Jóvenes de la Acción Católica hasta el momento de su ingreso al Seminario San José de La Plata.

La palabra y Los Pobres

Aquel 21 de diciembre de 1968 fue ordenado sacerdote y ello colmo de alegría y esperanza a toda la comunidad. El día siguiente fue la primera misa. Según la costumbre, en ella se encarga a un sacerdote relacionado con el ordenado predicar la homilía.

El padre Navarro había invitado a un reconocido sacerdote de la arquidiócesis de La Plata, Roberto Lodigiani. Sacerdote, fundador en 1955 de “Charitas”, entonces Fraterna Ayuda Cristiana, la primera en el país y a la que dedico mucho de su fecundo ministerio.

Esa mañana del 22 de diciembre esperábamos su llegada cuando un llamado telefónico nos comunicaba que por problemas climáticos, su avión había suspendido el vuelo. Muy cerca del comienzo de la misa, a los 11.00, el Padre Néstor me pidió ser el suplente. Menuda responsabilidad no solo porque el Padre Lodigiani era un referente singular sino también era muy grande la emoción que me embargo, además de no tener nada preparado.

Recuerdo que lo primero que se me ocurrió fue tener presente que, entre los grandes acontecimientos que habían jalonado ese año, estaba la Segunda Conferencia General del episcopado latinoamericano en Medellín (también relacionado con nosotros por nuestra filiación tanguera…). Había sido una irrupción pentecostal que lanzaría al continente a intentar los nuevos caminos de la evangelización. Esta ordenación aparecía así como acunada por la música de “una Iglesia pobre, misionera y pascual”.

El poder del Servicio

Desde su primer destino como profesor del Seminario fue perfilándose su sacerdocio. Esa relación con el fundador de Caritas se hizo visible cuando asumió la conducción como Director Arquidiocesano tarea que, me animo a decir, respondía a una de sus opciones pastorales a la par de su conocimiento y vivencia de la Sagrada Escritura. A el recurríamos ante cualquier dificultad y lo experimentábamos en los encuentros de cada viernes en los cuales preparábamos la predicación de los domingos en la casa de las Misioneras Cruzadas de la calle Pedro B, Pico donde también supimos de la Madre Nazaria Ignacia que acaba de ser canonizada.

Biblia y Caritas serian, para Néstor, como los dos oídos de Angelelli. Testigo valiente y silencioso en los años oscuros afrontando la gravedad de los tiempos, párroco y responsable de las diversas tareas y hasta una incursión televisiva, “Un instante para la reflexión”. Monseñor García, a poco de asumir la conducción del arzobispado, lo eligió su Vicario General hasta que el 15 de abril de 1998, San Juan Pablo II lo nombro obispo titular de Rotdon y auxiliar de Bahía Blanca.

Eran los años impregnados de la inminencia del nuevo milenio. Su lema episcopal tomado de la Carta a los hebreos lo muestra: “Jesucristo, ayer, hoy y siempre”. El 1º de junio, lunes de Pente costes y fiesta de María Madre de la Iglesia, fue su ordenación episcopal. En un estadio de Estudiantes rebosante y alborozado pudo comprobar lo querido e identificado con la comunidad bahiense que había llegado a ser.

En 2003 fue nombrado obispo, realmente de oro, tan lejos de toda apariencia y ostentación que no encuentro nada mejor para definirlos. Solo recordar lo que cuentan del arzobispo de Toledo que le decía a quien iba a ser su auxiliar: “¿te gustaría ser obispo?. Seguro que si porque eres feliz siendo presbítero y porque no lo has buscado”.