Centinela del Mar en “La Nación”

Por: Facundo Di Genova
(Primera Parte)

Año tras año, en las playas que separan las localidades de Mar del Sud y Centinela del Mar aparecen en la arena pequeños tesoros escondidos entre caracoles y piedritas. No son metales ni piedras preciosas, sino fragmentos de porcelana inglesa cuyo valor histórico todavía resulta incalculable.
Quien los halla puede considerarse afortunado. Son piezas muy antiguas producidas a más de 11 mil kilómetros de distancia de las playas donde suelen aparecer y provienen de un naufragio del que todavía hay pocos datos.
Al rompecabezas que arman estos pedacitos de porcelana coloreados con dibujos naturalistas y torneados por la fuerza del mar durante casi dos siglos lo arma el documentalista argentino radicado en Barcelona Laureano Clavero, luego de internarse en un misterio que llevaba años sin respuestas.
Con el aporte de los vecinos, Clavero se dedicó a componer un inventario con más de mil partes pertenecientes a juegos de vajilla de porcelana muy fina, y llegó a una conclusión apasionante que se suma a una larga serie de hechos enigmáticos ocurridos en estas playas, entre los que se cuentan la profanación de un cementerio indígena, el hallazgo de un hotel enterrado bajo la arena y nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Un naufragio del siglo XIX
“Las lozas siguen apareciendo en la costa todos los años”, cuenta a LA NACION Laureano Clavero, quien a través de los sellos ubicados en el reverso de la porcelana, y luego de diez años de investigación, dio con el origen y la fecha precisa de fabricación de estos platos, bandejas, teteras y azucareras que emergen de entre las profundidades devueltos por las olas, despedazados por miles partes. Lugar: Stock-on-Trent, Inglaterra. Fecha de producción: entre 1833 y 1846.Fabricante: Spode.
¿Cómo llegaron las porcelanas hasta las playas de Centinela del Mar y Mar del Sud? ¿Por qué siguen apareciendo desde que los vecinos tienen memoria, a los largo de 30 kilómetros de costa?
“Todo indica que los fragmentos provienen de un barco inglés que trasladaba porcelana de lujo y que naufragó muy cerca de Centinela del Mar”, sostiene Clavero.
“Los fragmentos más grandes, incluso tazas o azucareras enteras, se hallaron en Centinela, lo que hace pensar que el naufragio fue en esa zona. A medida que se alejan de ese lugar, los pedacitos de porcelana son más pequeños”.
“La aparición de las porcelanas llega hasta Mar del Sud por la deriva de las corrientes, que van de sur a norte”, explica el profesor Carlos Canelo, guardavidas jubilado, surfista e impulsor del Centro de Cultural La Lagartija, una réplica de pulpería que funciona en la antigua usina eléctrica que iluminaba Centinela del Mar en los años 60.
Canelo le muestra a LA NACION los fragmentos de porcelana inglesa en tonos azules, rojos y verdes que los vecinos suelen donar para exponer en esta especie de museo, donde también se pueden ver puntas de flecha y bolas de piedra confeccionadas por las antiguas parcialidades tehuelches, caparazones de gliptodontes gigantes, costillas de ballena y clavos de madera de galeones hundidos.
Un centinela en el mar
Centinela del Mar es un paraje prácticamente abandonado donde no parece haber presencia estatal de ningún orden, ni nacional, ni provincial ni municipal.
No hay comisaría ni guardavidas. No hay una sala de primeros auxilios y la única escuela rural fue cerrada hace años. Tampoco llega la señal para celulares. Tiene cerca de treinta casas y solo dos habitantes estables. Es un lugar prácticamente virgen.
Las historias de las porcelanas inglesas y barcos hundidos suelen mezclarse con los relatos sobre la vida de caciques tehuelches y la lucha contra el invasor criollo, el desembarco clandestino de vehículos no identificados durante la Segunda Guerra Mundial y el saqueo de sitios paleontológicos.