
Al acercarse la fecha de la beatificación de los mártires riojanos nos hemos encontrado con un aporte sumamente útil.
Se trata de una publicación que, sin duda, ayudara a las comunidades a prepararse a este acontecimiento de gracias (Pablo N. Pastrone, “Los mártires de la Rioja”, esperanza para la Argentina contemporánea, San Pablo, Buenos Aires, 2018, 90p.)
Su autor es un joven sacerdote platense dedicado a la investigación sobre la historia eclesiástica argentina.
En la presentación el arzobispo de Mendoza, monseñor Marcelo D. Colombo, hasta hace poco obispo de La Rioja dice que “mientras llega la beatificación de monseñor Angelelli, los Padres Murias y Longuevulle y el laico Pedernera, nuestros ojos se abren para contemplar el misterio de Dios en sus vidas y para profundizar su testimonio de una Iglesia en salida, samaritana y fraterna, casa de todos, especialmente de los más pobres y excluidos”.
Particularmente digno de destacar en este trabajo es la referencia a la dimensión poética del obispo. Nos hace pensar en lo que decía Nicolás Cocaro: “un poeta puede aferrar las estrellas en un puño, puede cantar y quitarle la canción a los dictadores, puede gobernar y manejar el arado”.
El clamor que dios escucha
Angelelli nos dejo el testimonio de un amor apasionado por su pueblo. Se enamoro de la tierra a la que beso aquella tarde del 24 de agosto de 1968 a la par del papa Pablo VI que inauguraba, en la catedral de Bogotá, la II Conferencia de los obispos del continente que iba a trazar los caminos que debía emprender. Ese mismo papa que lo acompaño en las horas oscuras de su episcopado.
Esos poemas, publicados poco después de su muerte (Enrique Angelelli, “Encuentro y mensaje”, Patria Grande, Buenos Aires, 1976,98 p.) nos muestran esa faceta y culminan con la impresionante “Oración de mi sacerdocio” que escribió con motivo de sus bodas de plata sacerdotales y lo pintan de cuerpo entero.
Sobre todo es preciso que reconozcamos la importancia que el Padre Pastrone de a la dimensión contemplativa ya que, muchas veces, se ha pretendido desdibujar su trabajo acusándolo de político. Ahora mismo asistimossa las críticas que se hacen al papa Francisco sin comprender el verdadero sentido de la “urgente necesidad de comunión” que nos está reclamando.
Todavía hay quienes separan lo religioso del compromiso con la historia y rinden así culto a un liberalismo que sería feliz si los cristianos se recluyesen en las sacristías.
Por ello es tan acertada esta idea de ilustrar las bienaventuranzas contestó de Angelelli. Así como el papa les decía a los jóvenes en Rio de Janeiro que en las bienaventuranzas encontrarían la clave de sus vidas, Angelelli afirmaba que ellas eran “la quintaesencia del Evangelio”.
Una Iglesia sinodal
También “Los mártires de La Rioja” nos presenta a los otros en brochazos que no solo nos los hacen conocer sino que también ver los acentos sinodales, podríamos decir, de la pastoral de Angelelli.
Es un hecho reconocido que esa pastoral atrajo a numerosos sacerdotes, religiosos y laicos que se incorporaron a la diócesis de La Rioja en aquellos años iluminados por los documentos conciliares.
Una Iglesia que había tomado conciencia de la perversión del clericalismo.
Mientras leíamos estas inspiradas páginas volvíamos a vivir algunas escenas de los años conciliares en los cuales pudimos conocer a Angelelli: lo recordaban, en el Colegio Pio latinoamericano no obstante haber transcurrido bastantes años de su estadía allí, los empleados sobre todo el peluquero (justamente a él, a quien llamaban “el pelado”).
Y el 7 de octubre de 1962, a cuatro días del comienzo del Concilio y en vísperas de ese insólito viaje del papa Juan XXIII a Asís y a Loreto, lo escuchábamos festejar gozoso las “salidas” que iba desgranando con esa capacidad de llegar a la gente, desmontando barreras.
Todo ello agradeciendo la publicación de este libro que nos pide “estar atentos y solícitos a la realidad de hoy, como el con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”.