Sin miedo y sin rigidez

Padre Hugo Segovia
Por Padre Hugo Segovia.

Padre Hugo Segovia

Los miembros de la Curia Romana se reúnen para su tradicional saludo navideño con el papa.

El 21 de diciembre fueron recibidos y, como ocurre cada año, el discurso del papa es mucho más que un acto protocolar, pues allí aborda los problemas de la Iglesia suscitando, por su hondura y valentía, toda clase de reacciones.

En esta ocasión se refirió a la reforma de la Curia Romana que se está gestando desde el comienzo de su pontificado.

Se trata de un texto imperdible que bien podría servir también para afrontar los cambios que el mundo actual necesita. Aún en el plano político y social.

Afirma el papa que no se trata de cambiar solo por cambiar, porque la Iglesia todo el proceso de desarrollo y crecimiento lo vive desde la perspectiva de Dios.

Ese es el camino marcado por la Biblia que es un camino de permanentes comienzos y reinicios.

A propósito se remite al pensamiento de uno de los que fue canonizado en 2019, el cardenal Nemman, quien decía que cambio en realidad es sinónimo de conversión.

“Estamos, dice Francisco, en un cambio de época y ellos nos llama a dejarnos interrogar por los desafíos del tiempo con discernimiento y coraje y no, por cómoda inercia, dejar todo como está”.

Es preciso que vivir el cambio no debe ser como ponernos un vestido nuevo para que todo siga igual. Menciona así al llamado gatopardismo.

MEMORIA EN MOVIMIENTO
Es necesario, con todo, valorar lo bueno para que se pueda construir un futuro con base sólida, con raíces y así pueda dar fruto.

“No se trata de anclarse en la autoconservación sino recordar la vida y la vitalidad de los caminos recorridos.
“La memoria no es estático sino debe ser dinámica y estar siempre en movimiento”.

A propósito, y en lo que vendría a ser el meollo del discurso, el papa habla de dos Congregaciones primordiales de la estructura de la Curia romana: la de la Doctrina de la fe y la de la Evangelización de los pueblos. Ambas son representativas de dos realidades que podían, en el momento de su establecimiento, ser representativas de dos mundos. “Era, dice, más fácil distinguir entre dos lados bastante definidos: un mundo cristiano en un lado y un mundo por evangelizar por otro”. Ahora, agrega, esa situación ya no existe. Las poblaciones que aún no han recibido la proclamación del Evangelio no viven en absoluto, solo en los continentes no occidentales sino que se encuentran en todas partes, especialmente en las grandes concentraciones urbanas que requieren cuidados pastorales específicos. En las grandes ciudades necesitamos otros “mapas”, otros paradigmas que nos ayuden a reposicionar nuestras formas de pensar y nuestras actitudes.”

“Es necesario que cambiemos para vencer la rigidez y el miedo para proclamar mejor el Evangelio a un mundo descristianizado”.

LOS DESAFIOS DE NUESTRO TIEMPO
Palabras claras que, en cierta manera, vienen a coronar experiencias que no son nuevas. Este aterrizaje en las estructuras de la Curia romana es un síntoma del cambio que se debe afrontar en lo que podríamos llamar el vértice de la Iglesia. Como decía el papa Pablo VI “de muchas maneras la Iglesia es condicionada por lo que sucede en el mundo”.

“Pensemos en aquella experiencia de los años 40 que estalló cuando se publicó la primera encuesta que mostraba lo extraña que era la vida de la Iglesia en los suburbios de París. Ello, que le quitaba el sueño al Cardenal Suhard, dio origen a la aparición de los curas obreros. Años después, otro libro del entonces obispo auxiliar de Malinas y futuro Cardenal Suenenes, uno de los puntales del Concilio Vaticano II. El sugerente título de “la iglesia en estado de misión”, tampoco está lejos de la misión de Milán que en 1957 programó el arzobispo Montini, futuro Papa Pablo VI, que, no, por casualidad, había prologado el libro de Suenens en su versión italiana.

Ya en nuestros días podemos encontrar similitudes con lo que está sucediendo en nuestra diócesis en camino hacia su primer Sínodo. Basta con rezar la creación compuesta para rogar por su éxito.

Aunque el discurso del papa nos da lugar para futuras columnas, nos resulta grato terminar ésta como Francisco: “entre los grandes desafíos y los necesarios equilibrios lo importante es que veamos a la humanidad en la que todos son hijos del único Padre”… “en la dificultad de cambios tan grandes es necesaria la gradualidad”… “vinculando a este difícil proceso histórico siempre surge la tentación de recurrir al pasado aun utilizando nuevas formulaciones porque es más tranquilizador, conocido y, por cierto, menos conflictivo”.