Pironio y su tiempo (III)

Padre Hugo Segovia
Por Padre Hugo Segovia.

Un año de intensa actividad fue 1974 para el obispo que, como hemos dicho, tuvo la satisfacción de ser elegido por Pablo VI para predicar los Ejercicios espirituales a la Curia Romana en la Cuaresma de ese año.

Este acontecimiento así como su participación en el Sínodo de la evangelización, también elegido por el Papa para exponer la situación de la evangelización en América Latina, fueron mostrando su dimensión de maestro de vida espiritual a la vez que hombre comprometido con su tiempo.

También en 1974 era reelegido como presidente del C.E.L.A.M.
Con todo 1975 iba a ser el año más difícil así como lo era para el país. La panfleteada de Semana Santa en la Catedral así como la muerte de los floristas de la catedral a lo cual se sumaría la desaparición de Coca Maggi sobre la cual ya hemos hablado la sumieron en su profundo dolor ya que su sensibilidad lo hacía experimentar la dureza de los tiempos que lo hizo hablar de la hora de Getsemani.

Se negó a recibir la custodia que le ofrecían ya que no podía aceptar que alguien sufriera por él, ya que “es el pastor el que debe dar la vida por las ovejas”.

Estos episodios precedieron a la elección de un obispo auxiliar. La carta pastoral que escribió entonces es otro de los documentos antológicos de su episcopado. Ahora nuestro obispo lo ha actualizado cuando se preparó la ordenación del auxiliar de Mar del Plata.

JUNTO A PABLO VI
En julio de 1975 falleció el cardenal español Arturo Taberna que era el Prefecto de la Congregación de los Religiosos.

Pablo VI vuelve a poner su mirada en el Obispo de Mar del Plata y el 20 de septiembre de 1975 lo nombra prefecto de ese dicasterio.

Hemos hablado del dolor que le causo tener que alejarse. Dolor compartido por todos que, por cierto, se alegraban también por esa distinción.

Muchos han exagerado los motivos de esta elección porque es preciso reafirmar que a la situación que él vivía en la diócesis fue la ocasión que el para aprovecho para llamarlo a formar parte del elenco de sus colaboradores más cercanos en consonancia con el espíritu del Concilio que era universalizar la Curia con hombres esclarecidos de todos los continentes.

Es significativa la carta del Secretario de Estado, el francés Jean Villot, en la que le brinda la bienvenida al mundo de la Curia Romana.

¿Cómo no referirnos a ese capítulo de la amistad entre estas dos grandes personalidades de la Iglesia?. “El hombre santo de Roma” lo llamaba el patriarca Atenágoras a Pablo VI, ese hombre de aspecto frágil pero de un corazón y una palabra sin medida y este obispo, y que también poseía un corazón sin fronteras y una palabra dotada de una fuerza sin igual.

El 30 de noviembre fue el último día de monseñor Pironio en Mar del Plata y celebro la misa en tres lugares distintos, uno de ellos en la fiesta de San Andrés en Miramar de la cual guardaba un recuerdo imborrable impartiendo la Confirmación a un grupo grande de jóvenes.

Ni que hablar de lo que fue su despedida en Lujan, el lugar de su ordenación sacerdotal y episcopal, al que volvería veintitrés años después para esperar la resurrección de los muertos.

LOS RELIGIOSOS Y LOS LAICOS
Volvió el 1 de febrero de 1976 para entregar la diócesis a monseñor García cuando ya asomaba el fantasma del tiempo más oscuro de nuestra historia.
A menudo decía que el domingo 5 de diciembre se sentía como “pastor sin ovejas” porque no tenía para celebrar la misa.

Desde entonces hasta 1984 en que Juan Pablo II lo puso al frente del Pontificio Consejo para los laicos.

Como responsable de este Consejo son de destacar las Jornadas mundiales de la juventud que tuvieron su bautismo en Buenos Aires el domingo de ramos de 1987 y fueron jalonando, en distintos lugares del mundo, con aquello que él decía de la Iglesia “pobre, misionero y pascual” y en la cual los jóvenes debían tener un lugar intransferible.

En 1978, al morir Pablo VI, su nombre fue mencionado como sucesor. Son los llamados “parables” y así volvió a ocurrir cuando la temprana muerte de Juan Pablo I dio lugar a la elección de Juan Pablo II y convirtió al año en “el de los tres papas”.

Sobre ello diremos tan solo que en Miramar, adonde llegó en 1979 cuando volvió al país, y siendo párroco de San Andrés el padre Vicente Altaba cuando le preguntamos obtuvimos solo una sonrisa como respuesta…..