
Aquel atardecer del 4 de agosto de 1976 nos enterábamos de lo que la mayoría de los medios llamaba accidente que había costado la vida del obispo de La Rioja, monseñor Enrique Angelelli.
Una figura polémica sin duda. Quien fuera obispo de Iguazú, monseñor Joaquín Piña, refiriéndose a la muerte de Jesús decía: “lo mataron porque decía muchas verdades, verdades de las que duelen porque ponen al descubierto la hipocresía, la mentira de los que se llenan la boca diciendo que son muy cristianos pero después no permiten que se investigue mucho lo que hacen, no sea que descubramos todavía más corrupción y mas escándalos”.
Una exacta descripción de lo que pasaba en el país en aquellos tiempos oscuros que, entre tantos males, trajeron un rechazo a las grandes intuiciones del Concilio Vaticano que el obispo había asumido con gozo después de haber participado de él. Asunción no solo formal sino a fondo como lo prueba también el mismo hecho de su muerte.
Nacido en Córdoba en 1923, ordenado sacerdote en 1949, licenciado en Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana de Roma, después de desempeñar las tareas pastorales, muy joven, elegido por Juan XXIII obispo auxiliar de Córdoba de 1960.
Tal vez la tarea que mas huella le dejo fue la asesoría de la J, O,C. (Juventud Obrera Católica) que quiso ser una respuesta a lo que Pio XI había definido como el drama del siglo XX que era la perdida de la clase obrera por parte de la Iglesia.
En 1968 fue elegido obispo de La Rioja donde fue marcando un camino pastoral que atrajo a muchos sacerdotes, religiosos y laicos que vivieron con intensidad una proximidad con los pobres de los cuales se sintieron servidores y por cuyas heredad supieron jugarse hasta las últimas consecuencias.
La misión del pastor es dar la vida
Como si lo ocurrido en La Rioja el 18 de julio con el secuestro y asesinato de los Padres Carlos Murias y Gabriel Longevilla en Chamical y el del catequista Wenceslao Pedernera el 25 del mismo mes en Sañogasta, todos profundamente ligados al obispo, no hubieran sido motivo para desconfiar del supuesto accidente, atribuido, para colmo, a la conocida imprudencia suya para manejar, tuvo que pasar mucho tiempo para que se comprobara la verdadera causa de todas esas tragedias. El 4 de agosto de 2006 el cardenal Bergoglio conmemorando el hecho en la catedral de La Rioja dio una vuelta fundamental que después pudo completar el ser elegido papa dando impulso a todo el arduo trabajo que supone la declaración del martirio de los cuatro.
Los obispos argentinos han definido como “Pascua riojana, alegría de la Iglesia” y mas allá de las razones que han esgrimido quienes se han opuesto a aceptar la verdad encerrados en la oscura trama de intereses políticos, ideológicos y económicos lo que viviremos el próximo sábado nos incumbe a todos los argentinos.
El obispo, en el sepelio de los dos sacerdotes, expresaba el sentido profundo de los sentimientos que inundan a los cristianos: “!que difícil es ser cristiano porque al cristiano se le exige perdonar!”. Ya Wenceslao Padernera se lo pedía a su esposa e hijos cuando fue ajusticiado.
Es desde la esencia del Evangelio que los mártires riojanos dieron su vida y no desde una revancha o rendición de cuentas que la Iglesia los beatifica sino como confirmación de lo que, cada año, la Iglesia riojana reitera cuando renueva el Tinkunaco como reconocimiento de que el Niño Jesús es el único Alcalde al que reconoce. Reconocimiento que se hace historia asumiendo las heridas de todos los que sufren.
Coca Maggi es nuestra
El aula magna de nuestra universidad lleva el nombre de María del Carmen Maggi. Ella fue decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Católica y colaboradora del entonces obispo, monseñor Eduardo Pironio que le había encomendado ser encargada de las gestiones que se realizaban para la creación de la Universidad Nacional sobre la base de la católica y la Provincial.
Nos llenaba de regocijo escuchar a quienes habían trabajado en este emprendimiento, decirnos que el obispo subía en ascensor mientras ellos lo había por la escalera, sobre todo en el compromiso por la gratuidad de la enseñanza. Un documento del C.E.L.A.M., conocido como el de Buga, inspiraba la idea que la Iglesia tenia sobre la universidad.
Monseñor Pironio, en el estilo de monseñor Angelalli, pasaba también por un momento muy difícil. A Coca Maggi la secuestraron en mayo de 1975 y su cuerpo recién apareció en marzo de 1976.
Ahora se Exhiben 2500 volúmenes de su biblioteca personal. Todo nos hacer recordar que cuando 1983 Juan Pablo II viajo a El Salvador, y aunque no figurara en el programa oficial, quiso visitar el sepulcro de monseñor Romero. Tuvo que esperar 20 minutos para que le abrieran las puertas de la Catedral. Entro, se arrodillo ante la tumba y en alya voz poniendo las manos sobre el sepulcro exclamo: “Romero es nuestro!” .
El mismo, en vísperas del nuevo milenio, pidió a toda la Iglesia tomar conciencia de que “la Iglesia tomar conciencia de que “ La Iglesia ha vuelto a ser Iglesia de mártires”.
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