Detalles del doble crimen de San Eduardo

El fiscal Leandro Arévalo pidió la prisión preventiva de Ignacio Serra, el imputado por los homicidios de Ezequiel Contreras y Nicolás Vergara, ocurridos el 2 de agosto pasado. Todo comenzó por una pelea ocasional luego de un cruce de miradas en el barrio.

En una de las escenas trascendentales de la serie Okupas, recientemente reestrenada por Netflix, el avezado delincuente Miguel le advierte al ingenuo Ricardo que en el submundo criminal las venganzas son terminales o no son.

Claro que se lo dice de otra forma: “¿Sabés lo que pasa, muchacho? Que vos sos un pancho, loco. Al tipo fuiste y lo palizeaste (sic) y no le pusiste un tiro en la pata… Nada, sos un pancho, boludo. Yo no dormiría… Yo te pegaría un tiro si me hiciste lo que le hiciste al chabón ese. Y encima tenés miedo, boludo…  Andá a pegarle un tiro, que se acabe la joda… Se la das o te la da. El tipo te va a venir acá y te va a pegar un tiro antes. El chabón te está mirando, viste… Por lo que me contás… Vos estás asustado. ¿Por qué estás asustado? ¿Presentís algo? ¿Por qué estamos hablando del tema? Algo te persigue, ¿o no?. Y bueno, loco, o asesino o fiambre, elegí”.

El diálogo es estremecedor, pero directo. Y, a pesar de que se trata de una ficción, logra expresar perfectamente lo que ocurre cuando se cruzan dos que “a hierro andan”. El ejemplo perfecto surge de la investigación que durante todo el último mes llevó adelante la Fiscalía Nº 7 de Mar del Plata, encabezada por Leandro Arévalo, y que sirvió para reconstruir el doble crimen del barrio San Eduardo de Chapadmalal, ocurrido el 2 de agosto pasado.

Este miércoles, Arévalo solicitó a la Justicia de Garantías que dicte la prisión preventiva de Ignacio Serra (42), el hombre imputado por asesinar a balazos a Ezequiel Emiliano Contreras (35) y Alberto Nicolás Vergara (35), en la calle 841, entre 0 y 2. El sospechoso está detenido desde el 6 de agosto, cuando la policía realizó allanamientos y rastrillajes y encontró en su poder elementos que lo incriminaban.

El allanamiento realizado el 6 de agosto finalizó con la detención de Ignacio Serra.

El allanamiento realizado el 6 de agosto finalizó con la detención de Ignacio Serra.

En su pedido al juez Juan Tapia, documento al que accedió LA CAPITAL, el fiscal considera esclarecido el doble homicidio y señala que se trató de un hecho “agravado por alevosía y por el empleo de arma de fuego”. Además, señala que existen sobrados indicios de que, en caso de no seguir alojado en la Alcaidía Penitenciaria Nº 44 de Batán, Serra podría fugarse o intentar interrumpir el desarrollo de la causa penal, ya que después de cometidos los crímenes quiso ocultar las pruebas. Inclusive, menciona que la pistola 9 milímetros utilizada para matar a las víctimas al día de hoy no fue encontrada.

Pero lo interesante del caso, en general, es por qué ocurrió. Y en ese sentido, puede ser relacionado específicamente con la serie mencionada antes. Tal como lo adelantó este medio semanas atrás, todo comenzó días antes cuando Serra y Contreras mantuvieron un entredicho insólito. Vergara, en tanto, “la ligó de rebote”.

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Una pelea insólita

En el barrio San Eduardo se conocen todos. O así parecía, porque a pesar de vivir cerca Serra y Contreras jamás se habían visto. O no se habían percatado, conforme surge de la investigación, de sus respectivas existencias. Hasta que un día uno por fin miró al otro. Y, de acuerdo a la declaración de los testigos, ese otro sintió que había sido de mala manera.

A Contreras solían llamarlo “El Karateca”. Sus propios amigos -uno lo contó en Tribunales- reconocen que lo apodaban así porque solía pelearse en la vía pública y por cualquier motivo. “Tenía problemas psiquiátricos”, añadió en su testimonio. Se dedicaba a la albañilería y a la plomería, al igual que Vergara. De hecho, al momento de ser asesinados, ambos compraban comida en un minimercado, durante un alto en sus tareas en un complejo de cabañas de la zona en el que llevaban a cabo una obra.

Por su parte, Serra no tenía antecedentes penales, pero sí permiso de tenencia de armas de fuego. También una motocicleta que, por sus características -tipo enduro de color blanco-, era única en el barrio.

Según surge de los datos recolectados por el fiscal Arévalo, sus colaboradores y la policía, un día, hace alrededor de tres meses, Serra pasó caminando por las cabañas donde trabajaba Contreras y lo miró fijo. Para éste, conforme le contaría luego a sus amigos, fue de mala manera. Sin embargo, la situación no pasó a mayores entonces.

Pero el sábado 31 de julio, pasado el mediodía, el automóvil marca Citroën C4 de color azul en el que solía movilizarse el albañil se detuvo abruptamente en la parada del colectivo, sobre la ruta 11, frente a la capilla Stella Maris. Allí, en la garita, estaban Serra y su hijo, un adolescente de 14 años. Casi sin mediar palabras, Contreras descendió del vehículo y le dio una golpiza a su vecino, ante la atónita mirada del menor y los demás testigos.

“¿Qué me andás mirando mal, vos?”, le decía mientras le propinaba trompadas en el rostro y el cuerpo. Por su parte, Serra le contestaba “que estaba loco”. “¿Por qué me pegás? No ves que estoy con mi hijo…”, atinaba a decirle.

La agresión se extendió por algunos minutos e, incluso, hubo un intento de Contreras de subir a su auto a Serra para “ir a dar una vueltita”, conforme una de las declaraciones que figuran en la causa, realizada por un hombre que presenció toda la secuencia y que conocía a ambos del barrio. Esa intención de “El Karateca” no prosperó y, finalmente, decidió volver a su vehículo para irse del lugar. Antes, se volvió y lanzó una amenaza: “Te juro que te la voy a dar”, le dijo.

Cuando abordaba su rodado, recibió una respuesta que no lo inquietó en lo más mínimo. “Yo también te la voy a dar a vos”, escuchó, sin darle importancia.

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Desenlace sangriento

Dos días después del incidente, 15 minutos antes de las 13, Contreras y Vergara, su compañero en la obra en construcción, se disponían a almorzar. Para eso, el primero detuvo su Citroën frente al comercio “La Esquinita”, con el objetivo de comprar comida. Se bajó del vehículo, mientras el otro albañil esperaba en el asiento del acompañante. Lo que siguió, cuando “El Karateca” regresó al rodado fue una balacera unilateral que acabó con ambas vidas.

Además de los múltiples testimonios con los que cuenta para considerar esclarecido el caso, el fiscal Arévalo logró establecer, a través de análisis de imágenes tomadas por cámaras de seguridad, que Serra siguió “sigilosamente” con su motocicleta el Citroën de Contreras, cuando los obreros salieron del complejo de cabañas. Mientras éste compraba la comida, aguardó estacionado algunos metros más atrás, y siempre con su rostro cubierto por un casco.

Tras observar que Contreras volvía a su automóvil, puso en marcha su vehículo y se posicionó al lado de la puerta del asiento del conductor. En pocos segundos, vació el cargador de su pistola: en total, disparó 17 veces y escapó del lugar a toda velocidad.

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Los peritos que analizaron la zona del hecho determinaron que Contreras murió al sufrir varias heridas de bala en la cabeza. Su Citroën se incrustó en una casa, mientras intentaba huir y sobrevivir al ataque. En cuanto a Vergara, estuvo a punto de lograrlo, ya que a pesar de ser impactado por un proyectil en una pierna, logró bajar del rodado y correr. Pero el asesino apuntó y disparó de nuevo, hiriéndolo de forma mortal en el tórax.

Para Arévalo, Serra sabía manejar armas, debido a que poseía permiso de tenencia de la Anmac desde 2011. De eso deduce que tenía buena puntería, o al menos, la necesaria para lograr consumar los crímenes.

El 6 de agosto siguiente la policía detuvo a Serra y al allanar su casa, la cual según un vecino había cerrado y abandonado “como para no volver”, encontró la caja de una pistola calibre 9 milímetros, compatible con la que se cometieron los asesinatos, de acuerdo a los informes de los peritos balísticos que analizaron las 17 vainas servidas halladas junto a los cadáveres de Contreras y Vergara. En un rastrillaje, hallaron también una bolsa que contenía una remera negra y un casco que habrían sido los utilizados para cometer el ataque, más no el arma de fuego, cuya ubicación aún se desconoce.La policía entregó los objetos secuestrados durante el allanamiento.

La policía entregó los objetos secuestrados durante el allanamiento.

Lo cierto es que para el fiscal Arévalo no existen dudas de que el detenido fue el autor del doble crimen que conmocionó al barrio San Eduardo y de que, pese que no tiene antecedentes penales, debe permanecer alojado en la Alcaidía Penitenciaria Nº 44 de Batán, ya que la figura del delito que se le imputó prevé una condena de prisión perpetua y que, por su intento de esconder las pruebas que lo incriminan, existe un claro riesgo de fuga o de posible accionar impeditivo del desarrollo de la causa penal. Ahora deberá definir su situación procesal la Justicia de Garantía