Ayer, Hoy y Siempre

Padre Hugo Segovia
Por Padre Hugo Segovia.

PADRE HUGO SEGOVIA

La tan ansiada paz

183 son los países unidos a las organizaciones mundiales que trabajan por la paz en el mundo y que tienen relaciones diplomáticas con la Iglesia.
Hay, con todo, algunas ausencias lamentables como el caso de China con la que se está trabajando en forma constante y que es uno de los objetivos de lo que podríamos llamar la política de la Iglesia. Gracias a Dios, en medio de las dificultades otra vez por dos años se ha renovado un acuerdo para, sobre todo, el tema de la elección de los obispos.
Desde hace diez años el papa Francisco ha hablado con mucho afecto manifestando que está dispuesto a visitar a esa gran nación en cuento se abra un camino para ello.
Como lo hace cada año el Papa recibe a los diplomáticos en los primeros días de enero. No es una salutación solo de compromiso y augurios sino un momento privilegiado que tiene de recorrer el mapa de los continentes y ver las alegrías y la esperanza, los dolores y las angustias que jabonan los días de cada uno de ellos.
Una detallada relación sobre la situación de nuestro mundo donde no faltaron las implicancias de muchas de las cuestiones que se dan en los cinco continentes y la presencia de la Iglesia en ellas no desde un punto de vista político sino desde el Evangelio que da vida a todo lo que hace a la vida humana partiendo de quien, siendo el Hijo de Dios, asumió la condición humana y no se eximió sino del pecado y mandó a sus seguidores que fueran todo el mundo predicando no solo una salvación eterna sino también un mundo en el que todos tuvieran su lugar de humanos como lo ha afirmado tan rotundamente el Papa en su encíclica “Fratelli tutti”.

Las puertas del diálogo

Volviendo al caso de China, el Papa Francisco en una entrevista del semanario de los jesuitas, “América” del mes de noviembre explicó que el problema no es el silencio sino el diálogo. “Es lento, tiene sus fracasos, tiene sus aciertos pero no encuentro otro camino. El diálogo siempre abre puertas. Alguna vez…”. Allí mismo se preguntaba si Jesús era comunista y se contestaba: “el problema de todo esto, lo importante es el reduccionismo socio político del mensaje evangélico. Detrás de las bienaventuranzas y de Mateo capítulo 25 hay un mensaje que es exclusivo de Jesús y esto es ser cristiano. Los comunistas nos robaron algunos valores cristianos” (dice el cronista que aquí hubo risas…). Algunos otros, además es un desastre lo que están haciendo”.
En su largo discurso a los diplomáticos, ocho densas páginas, el papa hizo una alusión al sexagésimo aniversario de la publicación de un hito tan importante en este camino como fue, el jueves Santo de 1963m de la encíclica “Pacem in terris”.
Sin duda que los pormenores de esta encíclica se pueden ubicar entre los momentos más destacados de la historia reciente del magisterio eclesiástico.
Se ha dicho que fue la etapa de mayor credibilidad de la Iglesia lo vivido en aquella ocasión y la figura de Juan XXIII se engrandece con todo ese paso del Espíritu Santo que iría a iluminar la presencia de la Iglesia en este mundo al que quería hacer llegar la luz del Evangelio que muchas veces había quedado opacada y que necesitaba volver a presentarse ante los hombres como esa fuente del agua pura.

Pacem in terris

El Concilio había comenzado el 11 de octubre de 1962 cuando ya la salud del papa era un tema preocupante, más si pensamos que ocho meses después ese hombre que atraía al mundo por su franqueza, su calidez y el humanismo evangélico de lo cual era portador elocuente.
Poco días después de aquel 11 de octubre de 1962 se desencadenaba el grave conflicto que estuvo a punto de ser el detonante de esa guerra fría que tendría todavía casi treinta años más de duración.
La intervención rápida y firma del papa fue factor determinante para el final del conflicto y lo acreditó como referencia de los dos mundos enfrentados.
Tanto que en marzo de 1963, Juan XXIII era proclamado con el premio Balzan de la paz contando con el voto decisivo e inusitado de Rusia.
La encíclica fue publicada, el Jueves Santo en medio de una campaña preelectoral muy aguerrida en Italia. En marzo Juan XXIII había recibido, prima vez en casi cincuenta años, a la hija del hombre de Moscú que acompañaba a su esposa en un congreso de comunicadores.
La imagen recorrió el mundo y muchos afirman que el crecimiento en las urnas del comunismo era una consecuencia de ese encuentro.
Juan XXIII era un profundo conocedor de la historia y no reparó en ello que pasaba a ser anecdótico frente a la problemática oriente-occidente. De ella no estuvo exento el mismo Juan XXIII.
La quedaban menos de dos meses de vida pues el 3 de junio entraba en la vida sin ocaso. En mayo se le entregó el premio de la paz en el Quirimal y ya había encargado a uno de los referentes máximo de la Iglesia, el cardenal Suenens presentar la encíclica en la sede de la O.N.U.
El mundo entero lo lloró el 3 de junio de 1963.