
PADRE HUGO SEGOVIA
La cercanía del Obispo
Como si fuera poca la alegría que me da la llegada semanal de la revista española “Vida Nueva” me encuentro con un artículo que me emocionó.
Por distintos motivos el Padre Vicente Altaba, párroco de Miramar (1970-80) y a quien no me cansaré de agradecer su compañía, su sentido pastoral, su compromiso desde mi llegada a Miramar y después como sucesor suyo en la Parroquia San Andrés, el Padre fue quien me puso en contacto con esta revista a la que me resulta imprescindible.
Por su recuerdo de dos figuras de primer nivel que fueron los primeros obispos de Mar del Plata y le pusieron como los cimientos. Después de 50 años ese testimonio tiene un valor enorme y como tal queremos reproducirlo. Solo decir que el Padre Vicente ahora es director del Instituto de Estudios teológicos San Joaquín Royo de la diócesis de Teruel y Albarracín. “Muchas veces la cercanía al obispo la hemos leído de forma unilateral como dice Francisco, interpretándola desde la obediencia disciplinar y no desde el vínculo de comunión que nos une. Sin embargo, en mi experiencia sacerdotal tengo que reconocer que he sentido la cercanía y comunión con mis obispos como un verdadero don.
Recuerdo, por ejemplo, a mi primer obispo de Mar del Plata, Enrique Rau venir un día de invierno a mi casa preguntándome si tenía suficiente ropa en la cama y regalarme una bola de agua caliente para que no pasara frío. Me pareció un gesto de cercanía verdaderamente entrañable.
Allí también tuve la suerte de tener como obispo al hoy venerable cardenal Eduardo Pironio. Con él compartí momentos inolvidables. Cuando un comisario me abrió un sumario policial por comunista siendo yo muy joven y en época de golpes militares y grupo guerrilleros, pasé un serio desconcierto. Fui al obispo, le conté lo que me pasaba y, después de escucharme atentamente, me dijo: “Vicente, lo primero que quiero decirte es que te sientas muy libre. Si quieres volver a España, hazlo con entera libertad. Si te queres quedar tengo que decirte varias cosas yo, “yo no puedo asegurarte nada, tú sabes que tu obispo también está amenazado (tenía las paredes de la catedral llenas de pintadas: “Pironio montonero, “Pironio guerrillero”) y lo único que yo puedo ofrecerte es compartir con nosotros la Iglesia de la Pascua, Iglesia de Cruz y de la esperanza”.
Vivir la iglesia de la pascua
Cuando escuché esto me levanté, él también lo hizo, nos dimos un abrazo y le dije: “cuente conmigo, quiero vivir con ustedes la Iglesia de la Pascua”. La cercanía al obispo, como dice ahora Francisco, me ayudó a salir de mí mismo y a discernir desde la fe y desde la comunión con él y la Iglesia diocesana”.
Sigue después relatando otras etapas de su vida sacerdotal girando siempre el tema.
Por eso es que dice también: “no siempre la cercanía del obispo ha sido fácil, y recuerda a un obispo” que vino Teruel como si la Iglesia comenzara con él e ignorando el trabajo pastoral de sus predecesores. Con él experimenté que también la obediencia puede vivirse en la tensión y la confrontación y que la obediencia y la cercanía piden a veces a los sacerdotes ánimo para expresar su parecer con respecto y sinceridad y a los obispos humildad y capacidad de escuchar, de autocrítica y de dejarse ayudar.
Verdaderos dones del ministerio
Con razón nos dice Francisco que la mutua cercanía de obispos y sacerdotes es una de las cuatro columnas constitutivas de la vida sacerdotal.
Me ha parecido importante compartir en esta columna semanal un testimonio tan concreto al cual el Padre Vicente llama “verdadero don de mi vida y mi ministerio”
Reiterando además todos los recuerdos y experiencias de cuatro años que compartimos y que muchos en Miramar recordarán, así como se vio cuando el sacerdote volvió, sobre todo al cumplirse 25 años de su partida y más recientemente cuando participó del aniversario de la creación del Instituto Parroquial San Andrés donde pudo palpar cómo su trabajo en la ciudad era un modelo de vida y entrega sacerdotal.
En este llamado del Papa Francisco a la sinodalidad que compromete a la Iglesia en todo el mundo y que se irá desarrollando en las diversas etapas programada hasta culminar en la celebración del Sínodo que tendrá lugar en 2023 las palabras de este sacerdote nos ayudan a valorar esa experiencia que no exageramos si la llamamos también sinodal.
Solo nos queda el anhelo de que se haga realidad lo que en el artículo él afirma de otro de sus obispos: “No se sintió poseedor de la verdad y ayudó a los sacerdotes a escuchar al pueblo y a promover la participación de los laicos, a potenciar los órganos de participación y favorecer el trabajo en equipo”.