Ayer fue 1992 (I)

Padre Hugo Segovia
Por Padre Hugo Segovia.

PADRE HUGO SEGOVIA

Hay fechas en nuestra vida que tienen una fuerza capaz de hacernos recordar y actualizar su presencia en nuestras vidas.
A medida que no vamos acercando al aniversario y revivimos lo que fue pasando este año no puedo separarlo de aquel 1992 que marcó tan a fondo mi vida.
El 23 e3 Julio es el día de mi ordenación sacerdotal. Y también desde 1992 el del aniversario de la partida de mi mamá.
Muchas veces he visto en esta coincidencia una gracia de muy honda repercusión en mi vida, no solo mirada n el aspecto cronológico.
He dicho en esta misma columna que a ella le tocó la parte más difícil de mi sacerdocio. Y al decirlo siempre ha surgido la figura de Margarita Bosio, la madre de Don Bosco; ella, en el día de la ordenación sacerdotal de quien iba a ser evangelizador de la Patagonia le dijo a su hijo: “empezar a celebrar misa es empezar a sufrir”.
No quiero, de ninguna manera, reducir la celebración de la misa al sufrimiento. Sería cómodo e injusto ya que la celebración de la misa es una síntesis de la vida cotidiana y ella abarca toda la realidad de la vida y de la historia. Lo que sí quería manifestar “mamá Margarita” como los salesianos la conocen es la identificación del sacerdote con el misterio pascual. Tampoco así es una cuestión secundaria haber elegido para el recordatorio que suelen hacer como testigo de un hecho mi curso de teología, había elegido una imagen del Cristo de Rouault que esos tiempos era parte de la famosa “querella del arte sacro” en Francia. Animados por monseñor Segura, nuestro profesor de Liturgia nos repetía que el artista había dicho que quería que, con solo mirar la imagen, se podría convertir un no creyente.
El hecho de ser único agregaría un elemento más en el entramado de esta historia.

Recuerdos que iluminan

Su enfermedad había hecho eclosión en septiembre de 1991 y superó varias internaciones hasta ese julio de 1992.
No he escrito mucho sobre esto porque tal vez no encontré las palabras adecuadas pero la noche del 22 de Julio yo cambié mi turno de compañía en el hospital de Miramar porque me había anunciado el final de la historia alguien que mucho me acompaño en esos tiempos, Mauricio Besteiro.
Se cumplían 31 años de esa ordenación sacerdotal que ella había planeado y organizado con la prontitud y alegría que le eran propios y que no incidió ni el cansancio ni las distancias (ella en Punta Alta y yo en La Plata) para que fuera una fiesta de la comunidad sin pasar por alto que ese 23 de Julio de 1961 se pudo reunir a toda la familia como nunca había ocurrido.
A mi que tan lejos estoy de todo la practica me ayudó tanto esa actitud que en ella era tan natural y que yo hasta le envidiaba.
Por ejemplo, una mujer que había tenido solo un hijo era capaz de unir y animar a tantos chicos. Todo un capítulo de pastoral catequística podía escribirse desde su figura, la de Paquita que cantaba y tocaba la guitarra y así congregaba a los chicos de la catequesis.
Entre tantos recuerdos me quedo con una, aunque me costo tanto poder elegir fue en la misa del día de la madre se cantara (aun con poco apoyo de algunos) aquel dúo de Libertad Lamarque y Palito Ortega, “la sonrisa de mamá”.
Aún hasta hace poco y por casualidad, tomando un taxi en Mar del Plata surgió de la charla con el conductor que ella (en Punta Alta o en Miramar) había dejado su impronta.
¿Y ahora qué? A primera vista no es fácil relacionar aquellos 23 de Julio tan distintos y sin embargo vistos desde la fe tan relacionados.
Yo dije muchas veces que ese día en que yo llegaba a los 31 años de sacerdocio ella pensó que ya estaba en condiciones de afrontar solo la vida. Sus últimas palabras fueron, alrededor de las 10.00 de aquel día, “¿Cuándo volvemos a casa?” que bien leídas pueden traducirse por “ahora vuelvo al Padre”. Fue lo que a las 12.30 dije yo: “Señor, no abandones la obra de tus manos” (no me abandones a mí”).
Era como empezar a vivir porque hasta ese momento yo me apoyé en ella y me costó tanto no poder consultarle y esperar de ella la palabra y el gesto.