En el siglo pesado hubo tres grandes creaciones de diócesis en el país: en 1934 con motivo del Congreso Eucarístico Internacional fueron elevada al rango arzobispal las diócesis de Córdoba, La Plata, Paraná, Salta, San Juan y Salta pues hasta entonces lo era solamente Buenos Aires y, además, fueron creadas otras nueve diócesis; en 1957 las de Bahía Blanca y Tucumán pasaron a ser arzobispados, a la vez que doce diócesis nuevas surgían y, finalmente, en 1961 Corrientes y Mendoza eran arzobispados y nacían once diócesis más.
En diversas ocasiones fueron creadas otras diócesis hasta llegar al número de setenta con el obispado castrense y las diócesis para diversos ritos orientales.
Hasta 1961 la provincia de Santiago del Estero, una de las más extensas, contaba solo con la diócesis homónima conocida como “madre de ciudades”. Añatuya era la nueva diócesis y a ella fue enviado un sacerdote de la congregación Redentorista que se encontró con una dura realidad en la que se hacía notar aquello de que “la mies es mucha y los trabajadores pocos” unida a la pobreza propia de ese lugar que sería como el símbolo de las regiones más necesitadas.
Monseñor Jorge Cottau participaría de la experiencia singular que fue el Concilio Vaticano II que lo conecto con el episcopado de todo el mundo
Las regiones necesitadas
Ya el C.E.L.A.M. era una realidad y Pio era consciente de que “el continente de la esperanza” necesitaba ser apuntalado.
La cooperación en personal se hacía notar pero, por ejemplo, era conocida la actitud del episcopado alemán que había establecido una práctica que quería ser respuesta a la ayuda que, después de la guerra mundial, había recibido. Se trataba de “Adveniat” que facilitó la realización de numerosas obras con acento en lo social en todo el continente.
Monseñor Cottau era hijo de alemanes y tuvo la intuición de hacer algo semejante.
El actual obispo de Añatuya, monseñor José M. Chaves trasa de él una emotiva semblanza al cumplirse veinticinco años de su fallecimiento: “con los recursos que había y con los hermanos sacerdotes, religiosos y laicos que se unieron para llevar a cabo esta misión tan profunda y tan fuerte de nuestra Iglesia llevando el amor de Dios en cada obra de asistencia y promoción de nuestros hermanos pobres e indefensos”.
Tres décadas estuvo monseñor Cottau en Añatuya y la Iglesia fue creciendo en todas las dimensiones. Alguien dijo que el obispo, en ese tiempo, había hecho más que todos los gobernadores.
Pero no se redujo a las dimensiones de la diócesis ya que en 1969 presentó a la asamblea del episcopado el proyecto de formar una comisión de ayuda a las regiones más necesitadas a la usanza de la iniciativa alemana pero, diríamos, “ad intra” despertando entre los cristianos la comunión de bienes de la cual se vale el libro de los hechos de los postales para perfilar a la primera comunidad cristiana.
“Camino de comunicación entre los que tienen más con los que tienen menos”. Algo parecido, también, a lo que los obispos de Brasil habían organizado para cada cuaresma.
Los pobres e indefensos
Eran años de una enorme complejidad en los cuales tomar conciencia de los problemas sociales eran sinónimo de diversas interpretaciones y hasta de violencia y persecución.
Proyectos sociales, ayudas especiales y presencia ante las catástrofes naturales recibieron apoyo en estos cincuenta años.
La edición 2018 de la colecta alcanzo la suma de cincuenta millones de pesos y, en su detallado informe, se enumeran las realizaciones: aborígenes, asistencia y promoción, construcciones y remodelaciones, formación y ayuda, educación, medios de comunicación, micro emprendimientos laborales, movilidad, salones multiuso, salud y vivienda.
Vienen a la mente aquellas palabras de Teresa de Calcuta: “las obras la hacemos con las monedas de los pobres y las promesas de los ricos”.
Celebramos el cincuentenario de esta colecta que al comenzar la primavera se hace prioridad en nuestras comunidades.
Ahora la diócesis de Añatuya, debido a los problemas de salud de su obispo, tiene, desde el 31 de agosto, un obispo coadjutor. Se trata de otro misionero, este de la Congragación del Verbo Divino, monseñor José Luis Corral.
Nos anima escucharlo: la diócesis de Añatuya me voy a sentir a mis anchas porque apenas escuché (cuando le anunciaron su nombramiento) el nombre me dije: es tierra de misión, la misión de monseñor Cottau, un hombre muy de Dios que unió la promoción humana con la evangelización y me dije: “esa es mi huella, profundizar el trabajo de monseñor Cottau. Le pido a Dios que me siga inspirando”.