La cultura del encuentro

Padre Hugo Segovia
Por Padre Hugo Segovia.

El Padre Arrupe, guía de los jesuitas en el conflictivo mundo del post concilio, fue testigo de la gran tragedia nuclear que dio lugar en Japón al fin de la gran guerra mundial.

No cuesta mucho imaginar que esa figura, cuya causa de beatificación se ha iniciado y está asociado a momentos fundamentales de la Iglesia del siglo XX, estuvo muy presente en el día que el papa paso por Japón, allí donde él quería ir como misionero en el momento de su ordenación sacerdotal.

Hiroshima y Nagasaki ocupan un lugar protagónico entre los lugares del gran Vía Crucis de nuestra historia. Lugares también para que el papa calificase de crimen el uso de la energía atómica con fines militares y para que dijese no a la política de disuasión nuclear porque no solo contribuyen al hambre y a la profanación de la dignidad del hombre sino que obstruye toda posibilidad de futuro en nuestra casa común.

“La verdadera paz solo puede ser una paz desarmada” pudo decir en una Hiroshima que cuenta con 140 mil víctimas y Nagasaki que aporto otras 74 mil. Ahora 35 mil personas participaron de la misa en un estadio de beisbol en la segunda ciudad.

No es fácil olvidar palabras de un personaje de la película “No mataras” de Claude Autant Lara gritaba como un desafío: “ si Dios está contra la guerra, que lo diga!”

Un pequeño Rebaño
Solo 500 mil católicos viven en Japón, muchos de ellos Filipinos. La Iglesia fue fundada por San Francisco Javier en el siglo XVI. En la misma Nagasaki fueron martirizados Pablo Miki y sus compañeros.

Una evangelización difícil pero insistente sobre todo en el campo de la cultura como lo demuestra la Sophia University que fue simbólicamente, el último lugar que el papa visito en Japón y desde el cual pronuncio un profundo discurso de la misión de la universidad.

Ella debe ser, dijo, “un archipiélago que abarque lo social y lo cultural” en lo cual los jóvenes no deben ser receptores y los pobres y marginados sepan que tiene un lugar. Nadie debe egresar de ella sin aprender lo que es justo y cabal, humano y responsable.

No emitió referirse a otra tragedia que el pueblo japonés padeció, el llamado “triple desastre” de 2011. En todo momento afloro la defensa de la vida, lema de esa visita: “no debemos eliminar la palabra vida de nuestro vocabulario”.

En el tiempo litúrgico de la fiesta Cristo Rey tuvo lugar el saludo al emperador Nahurito. Ello mostro, como el que describe Lucas la continuidad de un reinado que es servicio.

En la Catedral de Tokio se encontró con los jóvenes en amplia sintonía. Les Dijon que “no han hecho en serie, la máquina” y que el futuro no debe ser monocromático.

“Sabiduría y amplios horizontes” fueron las características que el papa destacó al referirse al pueblo japonés, al día siguiente de su viaje, en la catequesis del miércoles 27.

También en Tailandia
Pero el cuarto viaje a Asia había comenzado en Tailandia, “la tierra de la sonrisa”. Allí viven 70 millones de personas de los cuales los católicos son tan solo 400 mil. Desde hace 350 años presentes la Iglesia cuenta, entre otras obras, un importante hospital en Bangkok.

En Tailandia desde hace 50 años se encuentra como misionera una prima suya, Ana Rosa Siveri que lo ha ayudado a entender mejor a los Tailandeses. Se encontró con el supremo patriarca de lo budista en el templo real al cual entro sin zapatos y destacó que esta nación ha trabajado mucho para fortalecer los lazos de armonía y coexistencia pacífica en el Estadio Nacional se reunieron 60 mil personas para participar de la misa.

Allí el Papa pidió “salir al encuentro por que se trata de nuestras madres, nuestros hermanos. No privemos a nuestras comunidades de sus rostros, sus llagas, sus sonrisas, sus heridas. Ellos son objetos de la función misericordiosa del amor de Dios”. Tuvo ocasión también de reunirse con los obispos representante de la confederación que los agrupa de todos los países del continente.

En un año prodigo en viajes, este viene a coronarlos y, aunque mas no sea que a través de estas pinceladas, hacernos participes de todo ese bagaje.
Se nos ocurre recordar algo que San Juan Crisóstomo decía: “mientras seamos corderos, la victoria será nuestra porque si llegamos hacer lobos seremos vencidos: nos faltara la ayuda del pastor que nos apacienta lobos sino corderos”.